
A las cuatro semanas volví y el resultado de embarazo salió positivo, lo cual sorprendió a la doctora por la rapidez, pero discreta no emitió opinión, aunque los ojos le brillaron de complacencia, porque pertenecía a una cultura de familias grandes con muchos hijos, la hindú.
Como yo ya estaba rondando los treinta, había que hacerse un examen extra del acostumbrado ultrasonido, que se llama amniocentesis, el cual arroja el sexo del feto sin cabida a equivocación, que sería lo de menos, porque de lo que se trata es de saber si el bebé viene normal. El resultado tarda cuatro semanas.

Después que me felicitaron porque el bebé estaba perfecto, me preguntaron si quería saber el sexo y les dije que claro.
A girl? Oh no! We wanted a boy! ¿Una niña? ¡O no! Nosotros queríamos un varón!
Well Ms. Lares, make another try, good bye. Bueno señora Lares, haga otro intento. Adiós.

Llegué a mi trabajo y me puse a hacer lo de siempre cuando sonó el teléfono y era una enfermera del hospital.
Ms. Lares? ¿Señora Lares?
Yes. Si
This is from Hackensack Hospital. You know that we made a mistake. Esta llamada es del hospital de Hackensack. Usted sabe que cometimos un error.
En ese momento pensé que me iban a decir que el niño no venía normal y le pregunté eso, que si el bebé no venía normal.
No Ms. Lares! Calm down! The baby is normal! No señora Lares, cálmese. El bebé está normal.
What happens is that the baby is not a girl it is a boy! Lo que pasa es que no es una niña, ¡es un niño!
Y yo grité a todos mis anchas:
A Boy! ¡Un varón! Y cuando iba a comenzar a llorar.
¡Soy yo gafa, Fermín, te estoy echando broma! ¿No me reconoces la voz?
El **|**&^%%#@ de tu *&*&$^# que es F&$%$&%%**

Después de una gran fiesta que mi esposo formó por sus 40 primaveras, como a las cinco de la madrugada decidimos buscar el varón. O ahora o nunca y boté las pastillas anticonceptivas en el cesto de la basura. Al mes siguiente ya estaba embarazada, pero esta vez mi obstetra era venezolano y estábamos en nuestra tierra y si mencionó la puntería que tenía mi esposo, “increíble”, exclamó.
Como siempre, yo trabajando, pero esta vez de asistente bilingüe ejecutivo del jefe de un gran proyecto en una empresa internacional. Un piso inmenso, lleno de cubículos y en cada uno, tremendo ingeniero o ingeniera o arquitecto o arquitecta o dibujante o profesional, que hubiera sido necesario para el proyecto más importante que tenía nuestra sucursal en el mundo entero para ese entonces. Yo estaba ubicada en la entrada al lado del hombre clave del proyecto.

Buenos días, respondí.
¿Señora Lares?
Si
Ya tenemos los resultados de la amniocentesis, felicitaciones, el resultado es de un bebé normal. Por favor, puede venir a buscar los resultados cuando pueda.
¿Hembra o varón? Le pregunté altísimo. (Todos mis compañeros de trabajo se quedaron congelados en la escena)
Lo siento, tenemos prohibido decir el sexo por teléfono.
Por favor señorita, se lo ruego, se lo pido, no puedo aguantarme, tengo a mi esposo en la otra línea telefónica y está comprando cobijas amarillas porque no sabemos, se lo pido, le digo que compre cobijas azules o rosadas.
Lo siento señora Lares, lo tengo prohibido
Por favor, te lo pido, aquí tengo las cobijitas, dime, anda, las compro ¿rosadas o azules?
¡Azules!
Y lloré mucho y me abrazaron todos.
Así es hijo querido que te quisimos siempre, y si alguna vez me escuchaste decir que ya estábamos listos antes de tu nacimiento y te has sentido aludido, pues es una gran mentira porque faltabas tu para envolverte en esas cobijitas azules empolvadas de esperar. ¡Feliz cumpleaños!